miércoles, 30 de junio de 2010

UN DÍA FELIZ

Por fin llegó el huracán al pueblo y los niños están contentos. A diferencia de otras ocasiones, esta vez pareció haber menos fascinación, pues regularmente la gente se reúne a platicar y fanfarronear en torno al huracán venidero; las señoras mientras preparan las tortillas de harina platican con romanticismo de las maravillosas fiestas que tuvieron en huracanes pasados y de los amoríos derivados. Los niños compiten mentiras acerca de quien ha visto el huracán más grande o que les tocó uno que decía sus nombres con la voz más grave del mundo. Pero esta vez no fue así, esta vez nadie hablaba del huracán, no se si es porque como las navidades, ha perdido fuelle, o simplemente estamos todos en el pueblo demasiado ocupados con la rutina que nadie se enteró del huracán a tiempo. Algunos viejos dicen que hoy más que nunca las rutinas nos manejan y nos estorban para tomar decisiones de humanos; los viejos son sabios.
La verdad es que estaba yo ocupado con mi rutina particular, cortando esas pastas con mi navaja tratando de dar la forma prometida, cuando de pronto olí ese peculiar hedor entonces miré en los charcos que había afuera y noté su vibración. Me dije "hay algo raro con esos charcos... ¿qué es?"
Tanto desdén hacia la mandatoria curiosidad que seguí amputando la pasta hasta que interrumpió mi actividad el grito efusivo de un tipo que decía "huracán!!! huracán!! regresó!". Entonces recapacité "claaro! es el típico charco de huracán! pero como no lo vi antes?". Detalle que a su vez me hace recapacitar sobre el porque de andar tan distraído cortando pasta o haciendo cualquier cosa que realmente no es tan importante como prestar atención al cielo.

En fin, el huracán llegó hoy y con él la suculenta oportunidad de ponerme las ropas guardadas que casi no uso... la amarilla como yema de huevo con un agujero en la axila, la enorme playera gris con azul y guindo, los pequeños shorts que me regalo un amigo y los viejos converse, es la única oportunidad que tengo para ponerme esas. Luego de vestirme para la ocasión, sigue salir y saludar a los vecinos que alegres y positivos por el huracán salen todos a barrer lo que nunca barren, a mostrar las ropas que nunca se ponen y a limpiar los techos y las calles, a poner piedras sobre los arboles pequeños y sobre todo poner las cosas más importantes en alto, arriba de las mesas o lo que este más alto para atraer la buena suerte. Hablando de buena suerte, nada la atrae más que subir a los techos y barrer todas las hojas de árbol hacia el piso.

A mi lo que me gusta más, después de hacer los rituales de buena suerte en mi casa, es salir y platicar con la gente, que ese día es más amigable que nunca. Luego cuando vienen los primeros chorros de agua me gusta quedarme ahí y mojarme con el ruido puro y único de la lluvia de huracán. Corro tratando de alcanzar la corriente y reviento con un palo las burbujas veloces.
¡Noches de huracán! son noches de no dormir, noches de fiesta que no se acaba, noches que dejan marcas por el resto del año, y si por error quedases dormido en tu casa en noche de huracán, él, atento, entrará por ti.


huracan alex, julio 1, 2010.

3 comentarios:

un mar de limón dijo...

yo me quedé dormida! :O
cuando era niña también hacia esos rituales de suerte.. barríamos las aguas que arremetían contra nuestro porche.. y hacíamos barquitos de papel periódico.
(mientras un cachorrito llora como loco)

Loshermanoscaramelo dijo...

no sé si es sarcasmo lo tuyo, o eres demasiado positivo. tienes razón, hay muchas cosas que han perdido el encanto, será el año, nuestra edad o todo le mundo; no lo sé.

Alexander Strauffon dijo...

El Huracan Alex trajo mucha acción, si le podemos decir así. En todo caso, mantuvo a raya al crimen organizado por unos días, y le dio al pueblo la avidez morbosa de saber a cuantos mataba y cuanto destruía, recordando lo que pasó en los 80s cuando llegó el Gilberto.

Ahora hasta chistes e imágenes graciosas hay del hecho.