lunes, 2 de noviembre de 2009

Silvano



Estaba tirado en la banqueta sobre un charquito, corriendo como loco. Digo como loco porque estaba de lado y sus pies no tocaban más que al aire. Pensé que era de esas criaturas que están apunto de dejar de moverse para siempre, que abundan en las calles, desamparadas. Dudé un poco pero al fin decidí detenerme y ver que tenía. Me acerqué y cada vez se veía más pequeñito. Tenía los ojos abiertos y un gesto tenso en su rostro de perro. Como si un demonio se hubiera apoderado de su cuerpo y se alcanzara a percibir el rostro del perro, asustado, atónito, y el rostro del demonio. Después de palparle el cuerpo y darme cuenta que no había sido atropellado como al principio pensaba, decidí llevarlo a la casa a tratar de ayudarlo.
El pobre no reaccionaba, se la pasaba moviendo sus patas como si estuviera corriendo hacia su madre. No parpadeaba. No me imagino cuanto tiempo llevaba corriendo así y sin parpadear, pero al menos estuvo conmigo en ese estado por unas 2 horas. Todo ese tiempo era como si yo no estuviese a su lado, parecía no percatarse de mi presencia.
Me encabronan las coincidencias reincidentes de gastos "especiales" justo en días 14. Ese día 14 no tenía más que 6 pesos en la bolsa. Yo necesitaba llevar al perro al veterinario. No se veía que fuera a durar mucho.

Al fin, llegó Marki y me dio 50 pesos. Me voy al CEU.
Ahí en una fila de 2 horas, el pequeño Silvano recuperó el control de sus ojos, parpadeo y me miró por primera vez. Era extraño ver a ese cachorrito triste pero no asustado. Se conformó a estar tranquilo en mis brazos entre ladridos y llantos de otros perros. Pero entre tanta espera Silvano volvió a sus ataques. Pobre, tenía toda una secuencia de muerte, pero el pequeño se salvaba una y otra vez. No se como aguantó tanto. Al final le inyectaron un calmante y varios antibióticos. El veterinario no sabía lo que el perro tenía. Me dijo que lo llevara durante 3 días para el mismo tratamiento, "a ver si evoluciona". Al llegar a casa, Silvano estaba sedado y lo acosté en unas cobijas. Pero a unas horas Silvano despertó y vi su cara de asustado, el sabía que los ataques regresaban, y así fue.

Paso la noche así, yo no supe cuando se quedó dormido. Me dormí con un dolor en la garganta, la sentía hecha nudo. Pensaba que amanecería muerto el perro.
Pero no, Silvano amaneció vivo y dormido. Pasó el día entero dormido. No quise despertarlo para acariciarlo ni para llevarlo al veterinario porque temía que el estrés le fuera a causar otro ataque y lo que aprendí el día anterior es que estos no paraban.
Un día más pasó y Silvano despertó. Tenía los ojos saltones y desviados. Se tambaleaba tanto. Le di de comer y se durmió. Despertó de rato, volvió a comer, y de nuevo a dormir. Con los días el pequeño Silvano se mantenía despierto más tiempo hasta que ya parecía un perro feliz. Juguetón y sano. Me puse tan feliz cuando lo escuche ladrar.
Difícil creer como una criaturilla de ese tamaño pueda torcerse tanto. Eso no le debe pasar a una cosa tan chiquita, no debe!!!



Ahí esta Silvano con sus ojos aun ligeramente salidos y desviados.

Ya está recuperado de eso.